El Café de Fornos fue, a finales del s. XIX, uno de esos
tantos reductos urbanos que en Madrid acogían cultura atraída por el olor a
café recién molido.
Era el más importante local
de tertulias de la capital antes de la aparición del Café Gijón, y sus clientes
habituales, que se sentían especialmente atraídos por la particular
excentricidad de su mobiliario, no hicieron más que ensalzarlo en publicaciones
de revistas y periódicos, convirtiéndolo finalmente en un lugar emblemático
que, a pesar de sus escasos años con vida, aún hoy es sinónimo de diversidad
cultural.
Dramaturgos,
políticos, músicos, poetas, actores, periodistas, literatos, aristócratas...
Fueron tantos eminentes los que una vez allí debatieron pareceres distintos con
total libertad acompañados por una taza humeante de café, que hoy resulta casi
imposible imaginar (y sacrílego, me atrevería a decir) que el emplazamiento
donde se situó el Café esté hoy mancillado por un local de la cadena
internacional Starbucks.
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Esto es hoy el Café de
Fornos. Un lugar de encuentro en Alcalá para farsantes que no visualizan más
allá de la pantalla de su iPhone6.
¿Dónde ha quedado esa
época en la que el mundo erudito debatía alrededor de una barra? ¿Dónde están
esos grupos de literatos rodeando una mesita de café? ¿Desde cuándo los
periodistas ya no escriben sus columnas tomando chocolate con el político al
que van a despedazar?...
Pues bien, esa época
quedó atrás.
En cambio, me niego a
admitir que nadie siente la necesidad de reunir la disparidad de opiniones en
un solo sitio, de compartirlas para aprender del otro y ampliar los campos de
visión.
Me llamo Eduardo Falcó, y seré desde hoy el regente de este nuevo Café de Fornos.
Le invito a
reflexionar sobre las entradas que publique, que dé su opinión con el debido
respeto y las debata como harían en su día Pío Baroja o Blanca de los Ríos en
los reservados del Café. Reivindique conmigo la necesidad de un espacio donde
expresarnos libremente ¡Lance aquí su grito desesperado!
Dedicaré la Tertulia a
publicar mis pareceres sobre aspectos políticos, literarios, históricos,
sociales, y de cualquier otra índole, para compartir con usted (o contigo,
permíteme el tuteo) aquello que una parte de la sociedad no quiere atender.
Y ahora, acompáñame al
interior de nuestro Café. Nos esperan noches de debate dispuestas a extenderse
hasta que el reloj de Sol marque la una de la madrugada.
Mientras esperas… ¿Qué
deseas tomar? ¿Capuccino, descafeinado, o vienés?
Buenas noches Señor Falcó.
ResponderEliminarLe escribo desde el jardín de mi casa, con una humeante taza de café bien cargado en la mano derecha, y en la izquierda el noticiario del día.
Para rematar este dúo, descansa sobre la mesa mi nuevo ordenador, desde donde estoy visualizando su blog.
¡Ha sido como una dulce melodía para mis oídos, cansados del mundanal ruido!
Si alguna vez desea que acuda al Café de Fornos para conversar, no dude en decírmelo.
Con mis mejores deseos:
Señorita Esman.
necesitamos una sociedad que no se avergüence por ondear la bandera constitucional y que no piense que declararse patriota es un sentimiento vestigial de un pasado oscuro
ResponderEliminarNo has podido decir mejor frase que esta... ¿Cómo la gente se puede sentir humillado por SU país? , ya ni se puede decir "viva España" sin que te tachen de facha cuando lo único que somos es patriotas!!
Una persona erudita
Muy interesante. Mis felicitaciones Eduardo Falcón. Intentaré estar atento a todas tus publicaciones y espero que hables sobre diversos temas, veo que tienes mucho que ofrecer al mundo. Espero poder tomarnos algún día un delicioso capuchino en algún club con nombre egipcio.
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